EL COLOR DE
LA NATURALEZA
“Pintar la Naturaleza no es copiar un objeto, es la
realización de una sensación.”
Paul Cézanne
En la literatura de
todos los tiempos y en el arte medieval -por ejemplo en Notre Dame de París- se
ha representado a la Naturaleza como un libro, abierto o cerrado según nuestra
capacidad de interpretar su lenguaje.
Un lenguaje que para
la razón es pura matemática, como diría Galileo Galilei y que para la
sensibilidad es un lenguaje donde prima el color, que tiñe nuestra afectividad y modifica nuestro mundo
emocional.
la primera
sensación, la que primero llega a nuestra conciencia es la de la vista, y
dentro de ésta, el color antes que la forma. Por ello en el marketing actual,
el primer indicativo es el color: los tipos de combustibles que usamos para
nuestro vehículo, los identificadores de un cableado eléctrico, el
símbolo-color corporativo de un logotipo, etc.
El color es
quien abre antes la puerta de nuestra sensibilidad y es por ello de vital
importancia en todos los ámbitos de nuestra vida.
Hay colores
que inspiran y descansan el alma, como el azul del cielo, que sugiere lo
infinito; otros como el rojo excitan, son como un fuego que quema; otros que
inspiran confianza como el amarillo del sol; otros como el verde, con su
infinidad de matices -¿no es, en definitiva, el COLOR DE LA NATURALEZA?
Sabemos de la
vida de una estrella por el color que presenta.
Por los colores que fueron absorbidos del espectro de luz, medimos la
temperatura de una llama o de un metal candente por los bellísimos colores que
irradian; durante la noche priman los colores violáceos y las sombras no son
sólo grises, sino que tienden, como dijo Goethe, al azul; los dedos de rosa de
la aurora nos despiertan a la vida; el sol sangra con sus tintes bermejos en el
crepúsculo y muestra su exhuberancia, alegría y poder en la luz amarilla del
mediodía; en la lejanía las montañas se tornan azules como si el color del aire
fuese, precisamente azul, el blanco de las nubes es una promesa del agua que
esconden y que va a fertilizar la naturaleza; las mismas flores con la
geometría cónica de sus pétalos y la viveza de sus colores atraen a las abejas
que las van a polinizar.
Sí, el lenguaje del color es el de la Naturaleza y también
el del alma humana.